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La Reindustrialización: una urgencia española

Creo que es preciso señalar, en estos momentos españoles, algo que no puede quedar al margen de planteamientos de forzosa acción política, porque, precisamente si se ignoran, nos volveremos a apartar en el siglo XXI, de lo que sucede en el mundo más adelantado, como ocurrió a comienzos del siglo XIX. En ese sentido llama la atención observar que el actual Presidente interino no plantea esta prioridad, y, en cambio, ofrece salidas meramente atractivas desde un punto de vista electoral. Sin embargo basta haber leído el valioso número, prácticamente monográfico del suplemento “ABC Empresa” del pasado 24 de noviembre, para entender que todo economista, empresario o político que quiera estar al día, tiene que tener en cuenta un cambio radical que actualmente existe en el mundo. Añadamos también lo que un conjunto de aportaciones de profesores de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid, conjuntamente con expertos del Foro de Empresas Innovadoras, han lanzado el que se puede calificar de manifiesto titulado “Re-industrialización de España: industria 4.0 y ecosistemas de innovación”. Todo lo aludido se relaciona con el fenómeno de la industrialización, radicalmente nuevo en el proceso de la civilización humana, que surgió con mucha fuerza a partir del siglo XVIII, justamente cuando, tras la muerte de Carlos III, se inició el proceso simultáneo de la decadencia política y económica de España, porque nos separamos de seguir el camino adecuado para aceptar la novedad de la industrialización. Todo el siglo XIX contempló los errores y desorientaciones que, respecto a este proceso industrializador, existieron en España. Lo mostraba el enlace de tres elementos de retraso extraordinario: uno, en el terreno científico; otro, al ignorar por dónde debían marchar las líneas esenciales de la teoría económica que orientase la acción política española; finalmente, el abandono de…
Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático. En 1918 concluyó la I Guerra Mundial. Al revisar lo que sucedió en esos momentos en España nos encontramos con que en Cataluña estalló una conmoción notable. ¿Qué sucedió entonces? Desde el principio de este período de posguerra la reconversión provocó un intento empresarial de revisar a la baja los salarios. Las dificultades fueron muy visibles como consecuencia de la reacción del Sindicato Único en Barcelona, parte esencial del anarcosindicalismo, con Salvador Seguí a la cabeza, hasta su asesinato, o de la del Sindicato Minero Asturiano -vinculado a la UGT y al socialismo-, con Manuel Llaneza al frente. Pasemos únicamente a añadir lo sucedido en Cataluña. Un ejemplo claro lo tenemos en la llamada la huelga de «la Canadiense» en Barcelona, iniciada en la sección de Facturación, entre trabajadores de corbata, a causa de este intento de rebajas unido a un trato discriminado con respecto a los trabajadores británicos empleados en la Barcelona Traction (BT), o sea, en "la Canadiense". Eran reacciones que se justificaban en este caso al observar lo que supuso la "xarbotada sindicalista" de febrero-marzo de 1919 que, ampliando la frase de Pla, esta vez sí hizo tambalearse al régimen político, sobre todo cuando la guarnición de Barcelona, encabezada por el general Miláns del Bosch, puso en la estación con destino a Madrid al gobernador civil Carlos Montañés, recién nombrado, y vinculado directamente a la BT. La cadena de huelgas generales y de tensiones sociales generó en Barcelona, que el Sindicato Único, en competencia sangrienta con el Libre, el cual se relacionaba con los empresarios, iniciase un violentísimo "pistolerismo", mientras que en otras regiones aparecían violencias de otro tipo que frenaban la inversión como consecuencia de la brusca alteración de las expectativas empresariales. Romanones, con la jornada de ocho horas,…
el inversor no quiere aventuras”, señala Juan Velarde, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Sin un marco previsible, el inversor no vendrá; o se irá. Y eso es un problema. D. Juan tiene claro que las inversiones directas extranjeras han hecho tradicionalmente crecer mucho nuestro producto interior bruto. “Nuestro avance fue tan tremendo entre los años 60 y 73 que el FMI nos situó como el segundo mayor receptor de fondos tras Canadá”, señala. Por eso le da tanto miedo que nuestro mercado deje de ser atractivo. En este capítulo entran también otras cuestiones, como limpiar nuestro sistema. Al profesor Velarde le asusta la carga que representan las autonomías. En ellas sigue creciendo el número de empresas públicas. Las trabas regionales hacen disminuir la productividad del mercado español. Las leyes cambian de una comunidad a otra, en plena discordancia con lo que se suponía que iba a ser Europa: un área de libre circulación. Y, por supuesto, hay que eliminar la corrupción. Según Velarde, nuestra posición en el índice de percepción de corrupción ha empeorado desde que empezó a calcularse: hace unos años estábamos al nivel de Francia, en el puesto 22. Ellos siguen en ese lugar y nosotros ya superamos el número treinta. Dentro de esa corrupción, algunos ven clave atajar el fraude fiscal. “Supone entre un 6,5% y un 9% de nuestro PIB anual”, sostiene Santiago Niño Becerra, catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull. “Haría una amnistía fiscal en serio. No como la última, que fue una pantomima. Y, a partir de ahí, a sangre y fuego. Y hacer una reforma fiscal que redujera los tipos y ensanchara las bases. Por ahí se podían obtener más ingresos”, estima este profesor. Antes de seguir recortando, este experto es partidario de analizar mejor si cada…