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Opinión

Redacción Capital

La sostenibilidad: el ‘driver’ de las inversiones 

“El impacto que genera la rentabilidad no financiera contribuye a cerrar deficiencias o desigualdades en diferentes ámbitos”

La sostenibilidad: el ‘driver’ de las inversiones

En estos momentos no se entiende el buen funcionamiento de una economía sin la integración de la sostenibilidad. La Unión Europea se posiciona con un reglamento que pretende establecer un marco para favorecer la inversión sostenible en las tres dimensiones que se describen en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

La conducta frente a lo medioambiental, las perspectivas sociales y la gobernanza se convierten en nuevos pilares a tener en cuenta en la toma de decisión de inversión, tanto en empresas consolidadas como en aquellas de nueva generación. Así las cosas, el inversor se establece no solo como financiador del futuro crecimiento económico, sino también en participe de la transformación económica. 

Para un empresario o emprendedor, lo sostenible se puede manifestar de manera directa de distintas formas: lograr unas cadenas de suministro resistentes a contratiempos, colaborar con fuentes de energías alternativas limpias, ofrecer igualdad de oportunidades y condiciones de trabajo justas. De manera indirecta se manifiesta con el cambio climático, con cambios de hábitos de los consumidores y en el aumento de la presión regulatoria. 

Christian Dürr, socio director de Ética Patrimonios EAF

Los gestores de inversión tienen por tanto la responsabilidad de tener en cuenta todos estos elementos en el análisis y su integración en el proceso de selección de los activos. Además, deben contribuir a mejorar la coordinación entre emisores e inversores. El proceso de selección también es clave para acercar al inversor a la consciencia sostenible. Pero hay demasiados productos que llevan el nombre ‘sostenible’ y, por tanto, mucho campo por mejorar para seleccionar bien. 

Habitualmente se consultan rankings y se seleccionan, en la mayoría de casos, valores de sectores que en muchos casos solo llegan a valoraciones satisfactorias en algunos ámbitos concretos. Tampoco se trata de detectar únicamente cotizadas innovadoras u de tecnologías limpias de alta sofisticación ni mucho menos. En nuestra opinión, debe ser una observación mucho más amplia, que va desde la apertura hacia la cooperación de la temática con otros interlocutores hasta la actitud empresarial frente a ella, tanto a nivel interno como externo de una empresa. 

Existe mucha oferta en vehículos especializados en activos ESG (medio ambiente, social y gobierno corporativo). Cuando analizamos si una inversión de estas características es más rentable, tenemos que distinguir entre rentabilidad financiera y no financiera. El impacto que genera la no financiera contribuye a cerrar deficiencias o desigualdades en diferentes ámbitos como, por ejemplo, la integración financiera, la mejora de conocimientos, la gestión del agua y la propagación de energías limpias. 

Este beneficio no se plasma inmediatamente en números, aunque sin duda tiene connotación indirecta en la rentabilidad financiera de un activo, un valor o un fondo de inversión cuando pasa el tiempo. Es cuestión de que fructifiquen los esfuerzos acometidos en la materia aquí comentada y que finalmente, se traduzcan en mayor beneficio económico de las empresas, sea por conseguir mejor escala de economías o por la simple transformación de la marca frente a consumidores, proveedores e inversores.  

Esto último es un factor clave a tener en cuenta en el momento de valorar entre una inversión no sostenible y otra sostenible. Aunque en el corto plazo no se pueda ver una diferencia de rentabilidad financiera significativa entre ambas, en el medio largo plazo la lógica deja entrever que las empresas que entienden que cuidar y mejorar el interfaz de aspectos no financieros como el medioambiente, lo social y la gobernanza, mejorarán significativamente las relaciones con todos sus interlocutores. 

Esto, con el tiempo, atraerá una mayor demanda consumidora, inversión, ayudas estatales y reducción de impuestos. Sin embargo, si un proyecto empresarial no apuesta por ir integrando en su estrategia la sostenibilidad, puede traducirse muy pronto en una pérdida de competitividad trascendente que, tarde o temprano, se trasladará en la caída de beneficios y reputación. 

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