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Opinión

Redacción Capital

Resistir, ¿para qué? 

"No hay malas estadísticas, hay malas o buenas políticas"

La economía española está en serias dificultades. Afrontamos durante lo que nos queda de año un escenario que no ayuda al optimismo, entre otras razones, porque somos el único país europeo que no va a recuperar los niveles previos a la crisis en el presente ejercicio. Somos líderes en tasa de paro, la deuda pública supera el 120% del PIB, la prima de riesgo se asoma a nuestra puerta y la inflación va a convivir con nosotros si no se acometen decisiones económicas adecuadas.  

Pero algo está cambiando y parece que entraremos en un proceso preelectoral en el que, con toda seguridad, las medidas de corte económico serán las estrellas de la campaña. Las iniciativas verdaderamente transformadoras deben impulsar nuestro tejido empresarial y mejorar su capacidad de competir en los mercados. Churchill afirmaban que muchos miran al empresario “como un lobo al que hay que abatir. Y otros, como la vaca a la que hay que ordeñar”.  

Las expectativas de la industria han caído al su nivel más bajo en casi dos años, mientras el IPC continua su senda alcista y la activación del empleo se empieza a resentir. No hay malas estadísticas, hay malas o buenas políticas y no hay resistencia que aguante la realidad. 

Quizá el efecto de mayor riesgo al que nos enfrentamos en los próximos meses después del paréntesis veraniego es la caída de la confianza del consumidor. Este indicador, que ilustra el comportamiento de motor de nuestra economía, ha caído hasta umbrales anteriores a marzo de 2020 y proyecta una ralentización generalizada. La contención del gasto será incluso superior en los próximos 12 meses. 

La incertidumbre es elevada, pero, a pesar de los indicadores, la gran diferencia con anteriores crisis es que no hemos entrado en un ciclo de recesión “de libro”. El periodo estival va a favorecer la subida de algunos indicadores, pero la anunciada subida de tipos y el posible aumento de impuestos solo pueden suponer frenos al crecimiento, tan necesario en estos momentos.  

En un contexto de subida masiva de impuestos, lo más responsable sería, sin duda, una gestión eficiente de los gastos de la administración y de la Seguridad Social, que no olvidemos supone el 10% del PIB nacional. Vivimos de la respiración asistida del Banco Central Europeo (BCE) y deberíamos tener claro que los fondos europeos no pueden ser un vehículo electoral. La economía es un fenómeno de largo plazo. 

El escenario del otoño puede complicarse abruptamente y en esta coyuntura, las empresas están optando por una política prudente para resistir, reduciendo las inversiones y limitando la solicitud de nuevos créditos ante la dificultad para anticipar el retorno de los proyectos.  

De las decisiones de hoy dependerá lo que ocurra dentro de dos o tres años. El arte de la resistencia no es la solución a nuestros retos de futuro. Ya lo decía Jaime Gil de Biedma en su poema “Dejar huella quería y marcharme entre aplausos, pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma”. 

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