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enrique dans

Veinte intensos años

El vigésimo aniversario de Capital me recuerda una fecha para mí fácil de recordar: la de mi vuelta de los Estados Unidos tras cuatro años doctorándome en UCLA, una universidad mítica para todo lo que tiene que ver con la red, desde la que salió aquella primera transmisión enviada utilizando ARPANET hacia el Stanford Research Institute. En mi caso, aquellos cuatro años habían sido mi auténtico bautismo de fuego en la red: aunque comencé a introducir internet en mis programas en IE Business School en 1993, los cuatro años en California, el lugar donde el uso de la red estaba prácticamente explotando, me habían llevado a aprender todo aquello desde abajo, desde los protocolos y los lenguajes de programación. Cuando volví a España en mayo del 2000, me encontré con una curiosa situación: cualquier cosa que dijese relacionada con la red generaba interés, y de hecho, no resultaba difícil publicarla en algún medio. Para redondear la jugada, el despacho que me asignaron a mi vuelta estaba justo al lado del Departamento de Comunicación, así que me convertí en el recurso más a mano cada vez que algún periodista contactaba con el IE para documentar alguna noticia relacionada con internet… que en aquella época, no eran pocas veces. Entre 2000 y 2003, antes de inaugurar mi propia página, escribí algo así como doscientos artículos en distintos medios españoles, muchos de ellos sin firma. Simplemente, me encontraba a gusto explicando conceptos a periodistas que, aparentemente, apreciaban que yo fuese un académico que no intentaba venderles nada. Después de todo, era mi trabajo: tratar de hacer sencillas cosas que a muchos les parecían complicadas. De todas formas, no fue una época sencilla. Cuando volví a España, el NASDAQ marcaba máximos históricos, con un 400% de ganancia desde 1995, y las valoraciones de las …
Enrique Dans es profesor de Innovación en IE Business School. El llamado "impuesto a las tecnológicas" es una prueba más de hasta qué punto los políticos son capaces de generar situaciones arbitrarias, absurdas y demenciales. Desde hace ya bastantes años sabemos perfectamente que el mundo ha cambiado, que los negocios también lo han hecho, y que muchos elementos como las fronteras, que jugaron un papel fundamental durante muchos siglos en el mundo que conocíamos, ya no tienen sentido en una economía digital. A partir de ahí, se ha desatado toda una campaña interesada en contra de las compañías tecnológicas, debido a que, supuestamente, "no pagan impuestos". La afirmación es, como ya he escrito en numerosas ocasiones, parcial e interesada. Primero, porque las prácticas de optimización fiscal no son en absoluto exclusivas de las empresas tecnológicas: las llevan a cabo todas las compañías multinacionales. Segundo, son técnicas completamente legales, y por tanto, si no nos gustan sus efectos, tendríamos que cambiar las leyes, no protestar porque alguien las cumple. Y tercero, porque lo que hacen las compañías tecnológicas es pagar sus impuestos mayoritariamente, como marcan las leyes, allá donde se crea el valor del servicio prestado: en este caso, en donde está su capital intelectual, es decir, en la mayor parte de los casos, en los Estados Unidos. Los grupos de estudio que, en organizaciones como la OCDE, estudian cómo debería evolucionar la fiscalidad para adaptarse a sus nuevas circunstancias llevan años trabajando, y chocan con una realidad implacable: la política fiscal es algo que todos los países utilizan desde hace tiempo inmemorial para cuestiones como atraer inversiones, o simplemente como estrategia de país. Lo hacen paraísos fiscales, cuyo uso posiblemente deberíamos tratar de evitar, pero lo hacen también países como Irlanda, que simplemente ven como oportunidad atraer a empresas de…