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Huelga de médicos en toda España: qué está pasando y qué piden

Hasta el 12 de diciembre los médicos y facultativos de toda España están llamados a una huelga nacional: "Por una vez, todos unidos. Estos nos afecta a todos"

Por Marta Díaz de Santos

La sanidad pública española afronta una huelga nacional de médicos y facultativos convocada de forma simultánea en todas las comunidades autónomas. En las puertas de centros de salud y hospitales cuelgan carteles con lemas como “Por una vez, todos unidos” o “Basta ya”. Tras esas frases late un malestar acumulado durante años: jornadas interminables, guardias obligatorias y la convicción de que la reforma que prepara el Ministerio de Sanidad no soluciona estos problemas, sino que la perpetua. 

Para muchos, estas reivindicaciones son estadísticas; para otros forman parte de la vida cotidiana. Muchos nos hemos criado viendo cómo nuestros padres, médicos de la sanidad pública, encadenaban noches enteras sin dormir, festivos trabajando y jornadas que empezaban antes de que los hijos despertásemos y terminaban después de que nos hubiéramos acostado. Las guardias no eran un concepto abstracto: eran ausencias, cansancio acumulado y una entrega que parecía no tener límite.

Las guardias no eran un concepto abstracto: eran ausencias, cansancio acumulado y una entrega que parecía no tener límite

El detonante es el borrador del nuevo Estatuto Marco del personal del Sistema Nacional de Salud, la norma que debe regular las condiciones laborales de todos los profesionales sanitarios. Para los médicos, supone la gota que colma el vaso. Según explican los sindicatos, el texto fija una jornada media de 45 horas semanales en cómputo cuatrimestral y permite que los horarios se distribuyan entre las siete de la mañana y las diez de la noche según “necesidades asistenciales”. Sobre el papel se presenta como flexibilidad; en la práctica, temen que implique semanas muy por encima de las 40 horas y turnos cambiantes sin opciones reales de conciliación.

El núcleo del conflicto, sin embargo, son las guardias. Ningún otro colectivo trabaja 24 horas seguidas como algo habitual; los médicos sí. Estas guardias son obligatorias, por lo general hasta los 55 años, y en muchos servicios se acumulan varias cada mes. Tras una guardia de 24 horas, el descanso habitual es de solo un día, cuando los facultativos sostienen que, por seguridad y fatiga, deberían reconocerse varios. También denuncian que la hora de guardia se paga por debajo de la hora ordinaria —pese a realizarse en noches, festivos o fines de semana— y que ese tiempo no computa para la jubilación, aunque sí tributa íntegramente en el IRPF. A ello se añaden las “guardias localizadas”, en las que el médico debe estar disponible sin presencia física en el hospital y que apenas están reguladas, pudiéndose acumular casi sin límite.

Ningún otro colectivo trabaja 24 horas seguidas como algo habitual; los médicos sí

Tampoco tranquiliza lo relativo a los descansos. Según fuentes sindicales, el descanso mínimo de 12 horas entre jornadas podría suprimirse por “necesidades organizativas”, y el descanso semanal de 72 horas cada 14 días admite reorganizaciones que permiten concentrar mucho trabajo en periodos cortos para compensarlo después. El borrador prevé además sistemas obligatorios de cobertura de incidencias sin retribución, que los profesionales temen que se traduzcan en más horas de disponibilidad gratuita.

Este escenario refuerza en muchos médicos la sensación de que sus derechos laborales quedan subordinados de forma sistemática a las necesidades del servicio. Reducciones de jornada, permisos o medidas de conciliación aparecen, a su juicio, como derechos condicionados que pueden suspenderse si falta personal. “Las necesidades asistenciales se anteponen a la salud del facultativo y a sus derechos”, resumen varios documentos sindicales. La idea de fondo es que, en caso de conflicto, el profesional siempre pierde.

La reivindicación tiene además una dimensión de reconocimiento profesional. Para obtener la especialidad médica se requieren seis años de carrera, un año de preparación del MIR, entre cuatro y cinco de residencia y una formación continuada durante toda la vida laboral. Aun así, los sindicatos denuncian que el Estatuto no contempla una reclasificación que refleje este nivel de formación y responsabilidad. Temen incluso que se iguale la categoría de los médicos con otras profesiones sanitarias sin valorar ese recorrido. En el caso de los médicos internos residentes (MIR), aseguran que buena parte del sistema recae sobre ellos, con guardias prolongadas y salarios inferiores a los de categorías no médicas: “mano de obra barata”, según sus folletos.

Las organizaciones médicas subrayan que su objetivo es precisamente contar con un estatuto propio para los médicos

En este punto, las organizaciones médicas subrayan que su objetivo es precisamente contar con un estatuto propio para los médicos, no por considerarse mejores que nadie, insisten, sino porque hasta ahora sus condiciones laborales han sido negociadas en gran medida por personal no médico que no comparte ni su formación, ni su nivel de responsabilidad, ni un conocimiento real de su labor diaria.

Todo ello se produce en un contexto de agotamiento emocional. Los médicos recuerdan que no se les reconoce como profesión de riesgo, pese a presentar, según sus datos, tasas de ansiedad, depresión y riesgo de suicidio superiores a las de la población general. “Si el médico enferma, ¿quién va a velar por el paciente?”, preguntan en sus mensajes a la ciudadanía. Con esa frase buscan subrayar que no se trata solo de una reivindicación corporativa, sino de una advertencia sobre la sostenibilidad del sistema.

La protesta se dirige directamente al Ministerio de Sanidad y, en particular, a la ministra Dra. Mónica García. Como responsable del borrador, los sindicatos le reprochan no haber incorporado sus principales demandas: una jornada real de 35 horas como la del resto de empleados públicos, una reforma profunda de las guardias que mejore su remuneración, las haga computables para la jubilación y, a partir de cierta edad, voluntarias; descansos garantizados que no puedan anularse de forma sistemática; una reclasificación profesional que reconozca la carrera médica y, en suma, un modelo que no dependa de semanas de 60 o 70 horas.

La falta de planificación, añaden, ha impedido formar suficientes especialistas y ha empujado a muchos jóvenes a emigrar al extranjero o al sector privado. Ello alarga las listas de espera y obliga a quienes permanecen en la pública a asumir más carga asistencial.

En los pasillos hospitalarios, los carteles de la huelga conviven estos días con citaciones aplazadas. En uno se lee: “La sanidad pública lleva décadas sostenida por el esfuerzo desproporcionado del colectivo médico. Todos debemos respaldar la huelga”. Más allá de las consignas, los profesionales quieren transmitir que el sistema ha vivido demasiado tiempo apoyándose en ese esfuerzo extra y que el nuevo Estatuto debería servir para corregirlo, no para convertirlo en norma. El desenlace de la negociación entre sindicatos y Ministerio determinará si esta huelga se convierte en un punto de inflexión o en el primer capítulo de un conflicto más largo sobre el futuro de la sanidad pública.

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