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Opinión

Borja Carrascosa

Tipos altos y estrategias estatales

“Los intereses de la deuda no paran de crecer y el Estado compra votantes con el dinero de los ciudadanos”

Por primera vez en más de una década, el tipo de interés medio de la deuda española en circulación aumenta. Ya no hay marcha atrás, el proceso de “normalización” monetaria implementado por el Banco Central Europeo (BCE) para contener la inflación -subida de tipos al 2,5% y progresiva disminución de la compra de activos- implica que el mercado debe volver a diferenciar a los países por su perfil de riesgo. Y esta discriminación vendrá, principalmente, por el volumen de endeudamiento y por su capacidad de gestión de las finanzas públicas. 

Italia y España, con 2,8 y 1,5 billones de euros de pasivo público, respectivamente, y niveles de déficit todavía muy elevados (6,9% y 7,2% del PIB en 2021), parecen las más señaladas. La ‘bola’ conjunta es de 4,3 billones de deuda estatal y cualquier duda sobre la fortaleza financiera de estas dos economías provocaría un ‘tsunami’ imparable en la zona euro. 

Un rápido vistazo al mercado secundario nos permite ver que el mercado castiga más a Italia que a España. Concretamente, a finales de diciembre, el interés del bono italiano a 10 años pagaba un 4,4% para cambiar de manos, mientras que el español abonaba un 3,4%. La referencia alemana, en el 2,3%. La prima de riesgo de comprar deuda transalpina frente a la nuestra era, por tanto, de unos 100 puntos básicos, similar a la ‘brecha’ de solvencia de nuestro país frente a Alemania. En cualquier caso, el descontrol de gasto que podemos prever para los próximos meses promete equilibrar esta contienda. 

Según datos del Tesoro a cierre de noviembre del pasado ejercicio, el coste promedio de las letras, bonos y obligaciones del Estado español creció a un ritmo anual cercano al 4% (1,709% frente a 1,646%), pero el impacto en el gasto público fue muy superior. Concretamente, los desembolsos por intereses crecieron a un ritmo cercano al 17%, según datos de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE). Esta tendencia alcista implica que, en 2022, el conjunto del sector público habría desembolsado más de 37.000 millones de euros en este capítulo, frente a los 30.175 millones presupuestados. Sería el máximo nivel desde 2013, cuando se situó en el récord histórico de 38.590 millones. 

De hecho, la Administración central ya gasta más en este capítulo que en remunerar a sus funcionarios, ahora sometidos a una especie de ‘examen’ anual para evaluar su rendimiento. Los datos hasta septiembre de 2022, últimos disponibles, señalan que los empleados públicos absorbieron 19.517 millones de euros, un 3,1% más, mientras que el pago de los ‘cupones’ de la deuda aumentaron un 19,3%, hasta los 20.323 millones de euros. 

Como sucede siempre que hay una subida de tipos de interés, las referencias a más corto plazo sufren subidas muy significativas. Las Letras a tres meses, que hace un año tenían un rendimiento negativo del 0,7% -es decir, cobraban a los inversores- ahora abonan un 1,6%. La diferencia es de casi 200 puntos básicos en solo doce meses. Y subiendo. 

En este contexto, y con un volumen de recaudación fiscal a todas luces histórico -crece a un ritmo de más del 10%-, la Administración Pública no tiene incentivos negativos que le obliguen a reconducir la espiral de gasto en la que se encuentra. De hecho, en este 2023 electoral que ahora comienza, veremos aún mayores desembolsos que descansarán sobre los bolsillos de los ciudadanos. 

El partido que gobierna el destino del gran benefactor estatal compra a sus futuros votantes con el propio dinero de los ciudadanos, la estrategia es infalible. Feliz Año a todos. 

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