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Directivos

La historia detrás de 'Herrero Brigantina'

Por Redacción Capital

La sala de reuniones de la Territorial Galicia del Banco Santander era un bunker sin ventanas situado en la tercera planta del emblemático edificio del Cantón Grande coruñés anexo al lugar donde el oficial británico Sir John Moore dejó la vida más de dos siglos atrás, en la Batalla de Elviña contra las tropas napoleónicas. La banca, la economía y el propio país eran muy diferentes en septiembre de 2008 de lo que son hoy, y quizá si hubiésemos podido contemplar los incomparablemente bellos jardines de Méndez Núñez situados frente al banco, en vez de las desgastadas paredes cubiertas de teca de la sala de juntas, nuestro ánimo habría podido encajar el golpe de forma más estoica ante la noticia de que la realidad de bonanza que nos había acompañado desde el inicio del siglo había llegado a su fin de forma abrupta.

Con la clausura de las vacaciones de verano, llegó el final de una era. Nos informaron que el propio Don Emilio Botín vendría pronto a visitarnos para insuflar ánimo a la tropa ante la virulencia de la batalla que íbamos a afrontar. Recuerdo con claridad ese momento, y las caras de incredulidad de los directivos alrededor de la mesa. Al finalizar el almuerzo posterior al Comité, el subdirector general que ostentaba mando en plaza en la Territorial alzó la copa y brindó por todos nosotros. “Ojalá dentro de un año estemos todos aquí”, dijo. “Aunque lo dudo”, debió pensar. No le faltó razón.

Hoy, doce años después de aquel septiembre en el que el interbancario se cerró durante días, y se temió que los cajeros automáticos dejasen de ofrecer dinero, que el propio euro y la Unión Europea desapareciesen y el sistema entero colapsara, se ha perdido el 35% de la red de sucursales bancarias que había entonces, el 60% del empleo en banca, se vivieron rescates, fusiones, quiebras y desaparición de Cajas de Ahorros en un proceso de digitalización y cambio de paradigma en el sector financiero que no ha hecho más que empezar. Y que la crisis sanitaria iniciada en 2019 con la COVID y su subsiguiente hecatombe económica y social está acelerando hasta límites difícilmente imaginables.

Era evidente que la banca, la forma de hacer banca y de prestar servicios financieros y aseguradores iba y debía cambiar. Se estaba alumbrando un nuevo concepto de empresa financiera. Se estaba gestando Herrero Brigantina.

El hecho de iniciar la construcción de este nuevo concepto de entidad al servicio del cliente bajo la forma de una correduría de seguros tuvo sus bases en el funcionamiento de la banca de entonces. Ante el escenario de tipos de interés ultrabajos, se sufría una caída de márgenes en el negocio bancario tradicional de “comprar” y “vender” dinero, por lo que se necesitaba complementar las cuentas de resultados mediante la comercialización de “atípicos”, entre los que estaban los seguros y planes de pensiones. No es concebible la banca de entonces (ni la de ahora) sin el negocio asegurador, imprescindible para la actividad financiera.

 Si queríamos empezar desde abajo en la construcción de nuestra nueva entidad, heredera de las cenizas de la Gran Recesión de 2008, debíamos empezar por la parte de mediación aseguradora, pero mejorando los usos y formas que en su distribución empleaba la banca tradicional. Por eso la correduría de seguros era la forma perfecta para ello: una correduría por ley es independiente de las entidades de seguros y debe prestar asesoramiento profesional e imparcial en materia de riesgos, siempre con el cliente y sus intereses como fin último. Ofrecer certeza en la duda. “In dubio certum“.

Aprovechando el conocimiento adquirido de la crisis, un grupo de economistas y abogados formados en diversas universidades españolas y con gran experiencia bancaria y aseguradora inician un proyecto llamado Herrero Brigantina en A Coruña en julio de 2011. El nombre de la entidad matriz del futuro del grupo de empresas que se extendería por varios países años después toma el apellido del fundador y el gentilicio brigantino en honor a la urbe donde se gestó la idea y donde se constituyó de forma efectiva.

En el noroeste de Galicia se encuentra un itsmo que en su punto más entrante en el mar tenía un promontorio granítico cerca del cual se levantaba un viejo faro romano, en el remate de la península, la Torre de Hércules, cuya fundación atribuían las leyendas al héroe griego que la hizo levantar en donde tenía enterrados los huesos de Gerión, al que diera muerte tras un largo combate. Eran los restos que quedaban de la antigua Brigantium, que tras la desaparición del Imperio Romano se viera reducida la mínima expresión. A partir del S.III de nuestra era se constata un retroceso en la romanización y una pérdida de importancia de los núcleos urbanos, que se ve agravada con las invasiones bárbaras. Como resultado, Brigantium fue perdiendo importancia económica y de población. En el año 991, en documentos de Rey Bermudo II, se encuentra la última mención a Brigantium, definiéndolo como un pequeño enclave alrededor del Faro que, en el año 1.208, aparecerá recogido en los Fueros de Benavente del Rey Alfonso VII como “Concilio de Curunia” en gallego moderno “Concello de A Coruña” (municipio de La Coruña). Es por esa razón que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define “brigantino/a” como el gentilicio de la persona originaria o habitante de La Coruña. Faro Brigantium es, por tanto, emblema tanto de la ciudad como de la empresa, cuya analogía como haz de luz que muestra a los barcos el rumbo entre la niebla para llegar a buen puerto, comparte la idea del lema certo in dubium al querer ser la guía de sus clientes ante las brumas del riesgo que les pudiera afectar.

 No es casualidad tampoco que se decidiese implantar la sede operativa en Ponferrada, pues la parte bancaria del proyecto también hace honor a la tradición financiera de la comarca berciana. Ignacio Herrero Buj se asentó en la localidad de Villafranca del Bierzo en 1834, al casarse con María Antonia Vázquez, hija de un comerciante de telas. Abrió un negocio de paños en el número 20 de la plaza Villafranca junto con el catalán Santiago Capdevila, el más importante comerciante local de paños, además de «prestamista y gran adquiriente de bienes desamortizados en la comarca». Herrero fundó en 1841 en Villafranca del Bierzo una sociedad para el comercio de paños y otros géneros. La sociedad, denominada Herrero y Compañía se trasladó en 1848 a Oviedo. Allí, Ignacio Herrero amplió los objetivos de la sociedad, que se fue expandiendo hasta la banca comercial. Cuando en 1866 se reconstituye la firma Herrero y Compañía se sigue diciendo que el objeto de la sociedad es el comercio de géneros y las comisiones, pero las inversiones crediticias son el 77% del Activo. La casa de banca no sólo giraba y descontaba, sino que también concedía créditos a largo plazo, tanto a particulares como a sociedades. La Ley de Sociedades de Crédito de 1856 preveía que cada capital tuviera un banco, ya que hasta entonces sólo había entidades como tales en Barcelona, Madrid y Cádiz. Sin dejar sus actividades, Ignacio Herrero fue uno de los fundadores del Banco de Oviedo en 1864, junto con Masaveu, que también mantuvo su casa de banca. Para entonces los tres hijos varones del empresario formaban parte de sus negocios: Aniceto, Antonio y Policarpo (1843), nacidos todos en Villafranca del Bierzo. Como era tradición ninguna de sus cinco hijas ni los maridos de estas tomaron parte en los negocios. Hacia 1872 Herrero y Compañía se convertiría en Herrero Hermanos. A su muerte, su hijo Policarpo quedará al frente de los negocios familiares. Policarpo Herrero Vázquez (Villafranca del Bierzo, León, 11 de enero de 1843 - 12 de septiembre de 1929) fue un empresario español, fundador del Banco Herrero. Fue consejero de la Sociedad Carbonífera Santa Ana y posteriormente de Duro Felguera, así como otras empresas asturianas. En 1911 fundó el Banco Herrero, en Oviedo (Asturias, España), que desapareció como persona jurídica en septiembre de 2002 al ser absorbido por Banco Sabadell.

El actual Presidente de Herrero Brigantina, Juan González Herrero, tiene su domicilio en un municipio cercano a Villafranca del Bierzo, y mantiene la gestión operativa y el centro de administración del Grupo en la capital berciana, Ponferrada, aunque la sede social del mismos está en Torre Europa, Paseo de la Castellana. Desde Ponferrada, Herrero Brigantina posee una fuerte participación en el accionariado del Banco Sabadell, situándose dentro de los 15 primeros accionistas, como deferencia a lo que fuera el antiguo Banco Herrero en Asturias y León, y ubicándose una de sus más importantes oficinas a nivel nacional, en Oviedo, en la Calle Fruela, frente al antiguo edificio que fuera la Sede Social del Banco Herrero y cerca del edificio del Banco de España en la capital asturiana, donde se encuentra hoy la Junta General del Principado.

Herrero Brigantina y su Grupo de empresas opera en Reino Unido, Estados Unidos y Hong Kong, posee Blacksmith Capital SICAV, nacida durante el confinamiento en 2020 y con una rentabildad de más del 14% a pesar de lo complicado de la situación. Dispone, además, de una filial autorizada por el Banco de España para la concesión de préstamos hipotecarios y créditos, así como una entidad de dinero electrónico con licencia de la FCA británica en Londres. Cientos de empleados, miles de clientes y millones de euros de patrimonio gestionado por todo el mundo con las más solventes entidades financieras y aseguradoras internacionales. Esto es solo el principio de una historia de éxito cuyo objetivo final aún no se vislumbra, puesto que, como dicen sus empleados angloparlantes, “sky is the limit”.

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