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Opinión

Redacción Capital

El impacto de la guerra rusa en la recuperación económica española

Por Carolina Tranjan, consultora de Public Affairs en Atrevia

Tras varias semanas de conflicto, se ha podido constatar que la agresión rusa a Ucrania conlleva grandes riesgos para la economía mundial. Rusia está reforzando sus fuerzas en el este de Ucrania en preparación para una nueva ola de ataques en la región de Donbas.  Pero los efectos de esta guerra nos pueden impactar a nivel más profundo de lo previsto. Y es que las consecuencias directas que estamos observando hasta la fecha, por ejemplo, la subida de precios de alimentos cómo el aceite de girasol, la dependencia del suministro de gas y su irrupción en las cadenas de valor, podrían ser tan sólo la punta del iceberg de un problema más profundo.

Más aún si tenemos en cuenta que se trata del tercer choque asimétrico que sufre la región europea en los últimos quince años. Es decir, un choque asimétrico es el resultado de la percepción de una alteración económica de forma desigual. En Europa se traslada a una perturbación que afecta a las regiones comúnmente conocidas como sur y norte - España, Portugal, Grecia e Italia, en comparación con las economías centrales, como la alemana, la francesa o (en su momento) la británica- de manera desigual, como fue la crisis de 2008 y la crisis ocasionada por la Covid-19.   

La Comisión Europea prevé que la recuperación económica de España aumente un 5,6% en 2022, y un 4,4% en 2023, estimando que el país recupere su actividad economía de manera resiliente. España cerró 2021 con un déficit estructural de 55.000 millones anuales, y fuentes nacionales apuntan a un incremento del PIB del 4,2% y una inflación del 6,8% en 2022. Carlos Ocaña, director general de Funcas advierte que “el crecimiento seguirá en positivo, aunque a un ritmo inferior, lo que supone que aún estaremos este año un 2,5% por debajo del PIB prepandemia”.  Estas últimas cifras corroboran la ralentización del crecimiento económico y como su evolución ha sido obstaculizada por la crisis del COVID19 seguida de manera casi inmediata por la invasión rusa en Ucrania, dos ejemplos de los que podríamos considerar choques asimétricos.

En todas estas crisis, la Unión Europea reacciona de manera similar: lentamente al principio, con una respuesta que se caracteriza primero por el desacuerdo interno y solo en un momento de emergencia presenta soluciones políticas y legales creativas.

En el contexto de la invasión de Ucrania, se puede decir que Europa durante la crisis ha dado el paso de pasar de ser un actor proactivo a la hora de defender los intereses de sus miembros de las amenazas exteriores, ya sean económicas, comerciales o militares. Los líderes de los estados miembros  de la Unión se reunieron en la cumbre informal de Versalles a principio de mes para llegar a acuerdos y generar políticas de respuesta a la crisis, como seguir avanzando en la independencia energética y la defensa del bloque europeo en su conjunto. 

De la misma manera, para manifestar su oposición a la invasión, la Unión Europea – así como otros países como EE.UU, Reino Unido y Canadá – ha puesto en marcha una serie de medidas diseñadas para bloquear la economía rusa, entre las que se encuentra la prohibición a la exportación de artículos de lujo; la prohibición de venta de bienes de doble uso (artículos civiles y militares); sanciones a aproximadamente 1.000 empresas y ciudadanos rusos; y el cierre del espacio aéreo europeo, americano, británico y canadiense, entre otros, para vuelos procedentes de Rusia. El sector privado también se ha manifestado, con un número creciente de empresas internacionales suspendiendo sus operaciones en aquel país – Mastercard, Shell, McDonalds, Nestlé, IKEA, y Starbucks son solo algunas de las grandes.

Las sanciones impuestas sobre Rusia no han logrado de momento detener la guerra, pero han conseguido dañar en gran medida a la economía rusa, la cual vive desde hace días con la amenaza permanente del colapso a corto y medio plazo; no obstante, esta situación crítica puede motivar a Moscú a tomar represalias contra las potencias occidentales. Es importante tener en cuenta que Rusia es el tercer mayor productor de petróleo del mundo, por detrás de Estados Unidos y Arabia Saudí, y que de los cinco millones de barriles de petróleo crudo que exporta al día, más de la mitad se destina a Europa, así como depende en un 40% de las importaciones de gas ruso. La Comisión aquí toma un papel destacado con iniciativas innovadoras y ambiciosas con paquete de medidas de “RePower EU” para hacer frente a la situación y promover la independencia energética de Moscú.  

En este sentido, la última carta en la manga de Putin es el suministro de la energía, y como el enfrentamiento contra Rusia puede tener consecuencias financieras y sociales contra los miembros de la UE.

Todo esto ocurre en un contexto de recuperación económica post-pandemia. La Comisión Europea ha habilitado el instrumento de Next Generation EU y el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR) para hacer frente y apoyar a los EE.MM en esta recuperación. El conflicto abre la puerta a que la UE flexibilice las reglas fiscales para 2023 y puede impulsar a que los gobiernos tomen medidas que interfieran en los mercados por razones de seguridad. 

A su vez, si observamos el caso concreto de España, no debemos olvidar que el gobierno tiene un acuerdo que cumplir con Bruselas en relación a los hitos del Plan de Recuperación Español. De tal forma, es de esperar que el Gobierno apueste por los proyectos que se alinean con la actual ambición de que algunos sectores tengan mayor independencia de Rusia y China. Es decir, ante la prioridad de hacerse resiliente del bloque europeo, es posible que los sectores que estén vinculados y puedan impulsar estos objetivos (como el sector de la energía), consigan una mayor flexibilidad en cuanto a la ayuda de Estado e incluso mayor capacidad en los fondos públicos.   

El impulso político pretende alcanzar la resiliencia económica de forma rápida y completa, pero la valoración por hacer es si estos proyectos e inversiones podrán sostener la transición económica del país, y por consecuencia de Europa, en el largo plazo, o si se trata solo de ganar tiempo por parte del gobierno español con el fin de conseguir mejorar su valoración ante la opinión pública.  

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