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Viajes

Caña, Vainilla y buena vida en Isla Mauricio

Cuando las palmeras vigilan a las tortugas

Por Pedro Madera

Los cinco sentidos disfrutarán de la ‘otra Mauricio’, una colosal explosión de colores, olores y sabores

A solo unos metros de las playas, en la ‘otra Mauricio’ se mezclan montañas, ríos y cascadas en una vegetación alucinante

La naturaleza es tan generosa que se abre a una arquitectura pensada para el ocio

Las prisas no son buenas consejeras para las islas. Mauritius, o Isla Mauricio, es un buen ejemplo. Por eso, es un referente del turismo de calidad en el Índico. Gente amable, calidad por encima de la masificación y esa sensación tan placentera de viajar a un lugar diferente, donde el tiempo no suele medirse en horas. Un destino perfecto para un nuevo estilo de turismo, amante de las sensaciones y de los pequeños detalles.   

Que los trámites en el aeropuerto sean rápidos y sencillos siempre es un buen inicio para un viaje…  Una sonrisa, el golpe seco del sello en el pasaporte y recibimos la bienvenida a un país que presume de su seguridad -no ha sufrido nunca un golpe de Estado- y de poder viajar por nuestra cuenta sin problema, sabiendo que se conduce a la inglesa (por la izquierda). 

Incluso el hecho de que las distancias sean pequeñas nos permite disfrutar más de una isla pensada para usar el color como reclamo. Campos de caña de azúcar, plantaciones de vainilla, campos de té… Y en el horizonte, playas de agua cristalina. En este viaje, los cinco sentidos disfrutarán de la ‘otra Mauricio’, una colosal explosión de colores, olores y sabores que alegran el alma y calman el espíritu.     

Aunque los tópicos tienen sus ‘impuestos’, Mauricio tiene muchas otras propuestas para el viajero curioso. Y es que, aunque no tengamos nada en contra de sus playas de postal, perderse el espectáculo que hay a solo unos metros de ellas, donde se mezclan montañas, ríos y cascadas en una vegetación alucinante, es un auténtico pecado. Igual que pasar por alto las plantaciones, cuidadas con el mimo de sus jardines.  

Como cualquier otro país, la capital debe tener su tributo. Port Louis ofrece ese intenso mestizaje de mauriciano, que se nota en los rostros de las calles más bulliciosas. Todavía quedan algunos edificios coloniales y, si no contamos con mucho tiempo, hay que hacer un hueco para visitar al menos el Mercado Central, un hervidero de color, ruido y olores de lo más dispares que hablan de la verdadera cultura de la isla. Lo llaman la ‘despensa del Índico’, y lo cierto es que allí podremos encontrar prácticamente de todo, incluidas las cabezas de vaca que exponen orgullosos algunos puestos y una variedad de pescados que piden pasar por el horno o la parrilla.   

Pero, sobre todo, la ‘otra Mauricio’ es un paraíso de frutas tropicales y montañas de especias que llenan de aromas el lugar, algunos totalmente indescriptibles. Fue aquí precisamente donde la Compañía Holandesa de las Indias Orientales empezó a perder su monopolio de las especias. Eran los únicos que distribuían nuez moscada o clavo, hasta que, hacia 1769, un francés se llevó de contrabando plantas de nuez moscada de las islas de las Especias y las transportó a Mauricio, donde las cultivó. Era el botánico francés Pierre Proive, de quien hay un busto en el Jardín Botánico de Pamplemousses, a unos kilómetros de la ciudad. 

Ese amor por las especies y por la botánica. Ha tenido un reflejo en la gastronomía local, que, en los últimos años, se ha vuelto más sofisticada. Así se puede entender el reconocimiento de David Toutain, con su restaurante en el Hotel Bel Ombre. Su ubicación, su estilo y su excelente bodega, permiten conocer la carta gourmet de ‘Cuisine du Terroir’, organizada en torno a productos locales de un espacio gastronómico premiado con dos estrellas Michelin. El lugar, por cierto, es ideal para celebrar bodas y otra clase de eventos sociales debido a lo bucólico del entorno. 

Y, por supuesto, se mantienen los tópicos gastronómicos. Dicen que la playa de Flic en Flac es el mejor lugar del mundo para ver la luna llena y probar los mejores currys de la isla en Canne à Sucre Chez May. 

No estamos en un simple hotel de lujo. Bel Ombre es casi una nueva manera de entender nuestro tiempo de ocio. La historia y la vanguardia se unen entre palmeras con esa hospitalidad mauriciana. El lugar está calificado como monumento histórico en Isla Mauricio, gracias a este edificio del siglo XIX. Este hotel nos acerca de lleno a una atmósfera colonial distinta, con muebles cuidadosamente restaurados y una decoración que remite directamente a los principios del siglo XIX, cuando esta mansión colonial fue construida. 

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Por supuesto que ese concepto de hotel de calidad se entiende también en otras ubicaciones, como el reconocido Shandrani Beach, o el Shanti Resort. La naturaleza es tan generosa que se abre a una arquitectura pensada para el ocio. Poder despertar en el Four Seasons de Anahita para nadar en el mar antes de desayuna o tomar el primer café en La Morne Resort, desde la terraza de nuestra suite, son emociones que se quedan en nuestra memoria sensitiva. Aquí el equilibrio emocional es casi lo normal… 

Ante todo, es un lugar bello. Los antiguos pueblos de pescadores se han transformado en villas de lujo, pero se guarda la esencia de los que saben disfrutar de las cosas sencillas. Bucear y nadar son actividades necesarias, además es un santuario para los amantes al surf, que saben perfectamente los mejores lugares de la isla.  

Además, la isla cuenta con lugares emblemáticos que se convierten en símbolo. Para los aficionados al senderismo, la montaña de Morne será todo un descubrimiento. Declarada Patrimonio Cultural de la Unesco, es el sitio perfecto para hacer un buen trekking y, de paso, empaparse de historia. Porque esta montaña, además de ser todo un reto si queremos llegar a la cima, fue protagonista de varios capítulos de la Historia de Mauricio.  

El más conocido es el relacionado con los esclavos. En los siglos XVIII y XIX, los esclavos que conseguían huir se escondían en ella por estar repleta de cuevas y lugares poco accesibles en donde podían mantenerse ocultos. De hecho, esta montaña fue conocida como la ‘République de les Marrons’. 

Uno de los episodios más trágicos de Le Morne ocurrió en 1835, cuando lo que tenía que ser una buena noticia acabó como un drama. En ese año se abolió la esclavitud, y las autoridades recorrieron la montaña en busca de esclavos para darles la noticia. Sin embargo, muchos de esos esclavos huidos que llevaban años escondidos, al no entender lo que querían decirles, se suicidaron precipitándose al vacío. 

Las Gargantas del Río Negro

El placer de poder alquilar un coche y viajar de un modo independientes, nos permite   disfrutar de lugares estupendos. Dejando a un lado la historia, y ya de nuevo en ruta, tomaremos la carretera B103, que gustará a los amantes de las curvas, para atravesar parte del Parque Nacional de las Gargantas del Río Negro, donde de nuevo podemos optar por toda clase de caminatas y trekkings 

Estamos ante un gran bosque que tiene todos los ingredientes para hacernos disfrutar: gargantas, ríos y valles nos aguardan en esta selva verde repleta de especies autóctonas. En su interior se encuentra además la montaña más alta de la isla, el Pitón de la Riviere Noire, con 828 metros de altura, lo que ya es una buena excusa para detenernos.  

Posiblemente, ese delicado toque de vainilla en el ambiente nos anime a acercarnos hasta el Parque Natural La Vanille, para lo que tomaremos la A9. Su nombre viene de la antigua plantación de vainilla sobre la que se asienta, ahora un bosque tropical que fue hace unos años granja de cocodrilos del Nilo. Aunque aún quedan unos cuantos cocodrilos, ahora su actividad principal es el plan de conservación de la tortuga de Aldabra -una especie gigante que puede llegar a pesar hasta 250 kilos- para repoblar Isla Rodrigues. 

Una buena idea que parece estar dando resultados. Y para el turista, la oportunidad de ver esta especie de dimensiones enormes antes de terminar el viaje en Camp Diable. Aquí encontraremos un pequeño pueblo en el distrito de Grande Savanne, donde, en solo unos metros, veremos un templo hindú, una iglesia católica y una mezquita. Una buena muestra de la multiculturalidad de esta isla en la que aguardan más sorpresas de las que imaginábamos. 

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