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Opinión

Borja Carrascosa

La supervivencia de Bitcoin, el ‘caramelo’ inaccesible para los gobiernos

“El auge de la criptodivisa se produce en un momento en el que todos los gobiernos occidentales sobreviven gracias al recurso constante de la deuda pública” , escribe el director de Capital

El sistema en el que opera Bitcoin ha demostrado ser uno de los más robustos y resilientes del mundo, y lo ha sido, principalmente, por la forma en que fue diseñado. Durante los últimos 15 años desde su primera valoración -0,0009 dólares en octubre de 2009-, la criptodivisa que marca el paso de todas las demás apenas ha sufrido dos ‘percances’ graves, ambos en 2021, que fueron resueltos de forma relativamente rápida por sus desarrolladores y por el propio funcionamiento del mercado. 

El primero de ellos se produjo cuando el gobierno chino prohibió la minería de Bitcoin y casi el 50% de los desarrolladores de la criptodivisa tuvo que migrar hacia el resto del mundo. El sistema siguió funcionando, aunque el ritmo de las transacciones se redujo y la asignación de bloques dentro de la cadena (blockchain) fue algo más lento. 

La segunda interrupción, también en 2021, fue un desastre natural que ocurrió durante la tormenta invernal Uri en Texas. Este fenómeno provocó daños en la infraestructura eléctrica y afectó aproximadamente al 30% de los mineros de Bitcoin, que dependen de la electricidad, así como de la conectividad de red. El resto de los desarrolladores de este sistema descentralizado siguió adelante con la operativa diaria, con efectos menos relevantes, por extensión, que los sufridos en China. 

Bitcoin siguió funcionando entonces, en esos contextos particulares, y sigue batiendo récords de valoración hoy en día. Este escenario es percibido por su creciente número de fieles como una larga sucesión de batallas ganadas, aunque, evidentemente, que el activo y su ecosistema de red sean resistentes no significa que sean invencibles. 

Una de las principales amenazas para Bitcoin es el de una hipotética ‘caída’ de la red, principalmente, por el cese de actividad o por el corte de servicio de alguno de los proveedores de internet. En este caso, si no tuvieran un operador alternativo, los usuarios tendrían un problema grave para acceder al sistema. 

Otro de los escenarios hipotéticos que amenazan la red descentralizada de la criptodivisa es el de un desastre a escala global, con un potencial poder de destrucción enorme. No obstante, en ese contexto, el mundo tendría otras preocupaciones mucho más importantes que el cese de actividad de Bitcoin. 

Como hemos visto, el modelo de supervivencia de este activo es sorprendente, pues ha tenido que luchar, primero, contra el sector financiero, que lo percibió como una amenaza a su modelo de negocio, y segundo, contra los estados y los reguladores internacionales, ávidos de captar parte de su valor a través de tasas e impuestos. La criptodivisa alcanzó su máxima valoración el pasado 13 de marzo, por encima de 73.000 dólares, y se ha convertido en un ‘caramelo’ demasiado atractivo para los gobiernos. El valor de este mercado supera ampliamente el billón de dólares. 

El auge de Bitcoin se produce en un contexto en el que los sistemas públicos del mundo desarrollado no son capaces de lograr los ingresos suficientes para sostener su creciente gasto. De hecho, podemos afirmar que la práctica totalidad de los gobiernos occidentales sobrevive gracias al recurso prácticamente diario de la deuda pública, pues los niveles de déficit siguen alarmantemente altos. En Europa, además, el envejecimiento de la población es un problema común para todos los grandes países. 

En el caso de España, según los últimos datos disponibles de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) al cierre de esta edición, el déficit conjunto de la Administración Central, las comunidades autónomas y la Seguridad Social se disparó un 17,4% hasta febrero. El ‘agujero’ crece, a pesar de que 2024 es el año en el que, hipotéticamente, debería reducirse desde el 3,66% del PIB de 2023 hasta situarse por debajo del 3%. 

Y todo esto se produce en un año en el que no tenemos Presupuestos Generales del Estado (PGE), con lo cual, viviremos pendientes del BOE para analizar las nuevas subidas de impuestos. ¿Veremos al Gobierno inventarse un impuesto ‘a medida’ para inversores de Bitcoin? 

 

 

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